Ante la pregunta, ¿por qué nosotros obedecemos a las instituciones, al Estado y al derecho?, la respuesta moral indica que lo hacemos porque algo valoramos en esas instituciones. El filósofo chileno, Jorge Millas dirá que aquello que valoramos es la libertad, y es en ese sentido que defiende el principio moral kantiano de que el ser humano es un fin y nunca un medio. En ese esquema, la violencia opera como el opuesto a la libertad y a dicho principio, por lo tanto, sería lo contrario de las instituciones, del Estado, del Derecho y de la moral. Pero, en este trabajo se intentará mostrar cómo ese mismo Derecho y esa misma moral pueden enmascarar y justificar la violencia estatal e institucional. Así, se tratará de explicar el complejo proceso en el que el derecho y la moral terminan quedando vaciadas de sentido, terminando por ser instrumentos de la violencia. También, como una forma de reforzar el principio kantiano, se intentará reivindicar la modulación de este principio que hace Judith Butler, que lo resignifica en el principio de duelidad de las vidas perdidas; criterio que permite darle un sentido concreto a la idea de que el ser humano es un fin y no un medio.